—Papá, ¿jugamos?—dice Matilde. Seis años, piernas largas, calza de flores y musculosa clara. Los pies descalzos y negros.
—Dale papá, me lo prometiste!!
Esteban sigue escribiendo en su laptop sobre la mesa del comedor. Lentes sucios y barba crecida.
—Si… ya voy —dice Esteban sin levantar la vista.
Matilde cruzada de brazos frente a él, lo mira seria.
—Hagamos así, vos escondete primero y yo cuento, te parece?—dice Esteban, mirándola a los ojos.
—Empiezo… treinta, veintinueve —dice Esteban, sin dejar de escribir—, veintiocho, veintisiete…
Matilde corre por el corredor buscando el mejor lugar para esconderse.
—Quince, catorce, trece, doce…
Suena el celular.
—Nelson, ya estaba por mandar el mail…
Maldito Nelson, piensa Esteban mientras termina la carta.
Noche. La puerta de calle se abre. Carmen entra con su uniforme y prende la luz.
—Hola Esteban, y Matilde?
Él deja de escribir y la mira.
En el ropero del cuarto encuentran a Matilde, dormida sobre las botas de invierno.
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