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MIGUEL - segunda parte



Nueve de la noche. El agua caliente de la ducha resbala por la mampara de vidrio opaco. Miguel se termina de bañar y apaga el agua. El vapor llena el pequeño baño y abre la mampara para buscar a tientas con los pies la alfombra, mientras manotea la toalla del perchero. La salida del baño lo regresan al frío del resto de la casa, y se encamina al cuarto. El celular no deja de sonar las notificaciones de Whatsapp. Él sabe que se le hizo tarde y seguramente Clara su novia estará furiosa. Entre todo el caos de su cuarto busca un pantalón medio decente para ponerse. Remera limpia también imprescindible. Las medias y los zapatos grises marchan puestos y el buzo negro con rayas blancas que está limpio. Vuela al corredor a llamar al ascensor y trancar la puerta con las dos llaves. El celular sigue sonando. “Ya estoy yendo”, le miente Miguel en el chat. Saluda al portero y corre a la calle. Llueve a cántaros y él ni se había enterado. El buzo se le moja en los treinta segundos que demoró en conseguir un taxi de milagro en la noche lluviosa. —Al teatro Plaza —le dice al taxista mientras cierra la puerta. “Mierda”, piensa cuando recuerda que se olvidó del desodorante y del perfume y se mira en el espejo retrovisor del taxi sus pelos salidos como de un tornado sin sobrevivientes. Clara lo espera en el hall del teatro. Sus ojos de reproche queman como los ojos de Superman. —Dale, apúrate Miguel que está empezando la obra —le dice ella mientras lo estudia de pies a cabeza—. ¿Pero de dónde venís Miguel? ¿De una guerra civil? —agrega palmeándolo en la espalda ensopada, y mirando sus pelos rebeldes sobre la frente empapada. —Llueve afuera, ¿viste Clara? Agradéceme que vine que sabes que no soy muy de los espectáculos con mucha gente. —Dale, no seas bicho que un poco de calor humano te va a hacer bien, y capaz que hasta te divertís y todo —le dice ella sonriendo y tomándole del brazo mientras entran a la sala ya oscura del teatro. Miguel no es muy amante del teatro. En general le daba ganas de salir corriendo esa pérdida casi absoluta de intimidad y espacio personal, donde la cercanía es mayor que en el cine y la complicidad con los actores le genera casi hasta un stress emocional. El cine es más fácil, si la película le aburre o le deprime mucho siempre puede levantarse e irse, pero en el teatro eso es casi imposible. Es inadmisible, la gente que entra al teatro, salvo alguna excepción por fuerza mayor, está comprometida a permanecer en esa sala con el resto de las personas y vivir la obra de teatro. Porque el teatro tiene eso, uno es espectador y actor. La sensación de equipo que se siente al salir de una buena obra de teatro es total, todos salen conmovidos por la historia. No todas las personas tienen la misma empatía ni viven las obras de la misma manera. Algunos son muy jóvenes o muy viejos, o sus vidas no conectan con la vivencia del actor. Pero lo que es seguro es que algo cambia en cada uno dentro de la sala oscura. La emoción de ver a la persona hacer su acto, sentir su voz y hasta ver el movimiento del cuerpo es algo único. A pesar de ser un tiempo donde los videos y las grandes producciones de cine dominan absolutamente las preferencias de entretenimiento de la gente, la emoción del teatro en vivo, algo absolutamente clásico y antiguo, sigue teniendo su magia. Lo que le molesta un poco a Miguel, no es sólo el no poder salir de una sala con aire viciado por perfumes y toses, lleno de gente y casi sin luz ni ventanas. Lo que más le molesta es que dispongan emocionalmente de él de esa manera. A él le gusta controlar sus sentimientos. Es su forma de autoprotección. Por eso optó por la programación. Es algo tan básico como la lógica, el si y el no, los unos y ceros. En el fondo todo se reduce a eso. No hay misterios ni finales inesperados. No hay suicidios ni muertes apasionadas. Todo se ve en un buen plan de Testing confeccionado por un experimentado ingeniero como él. Los imprevistos siempre son dentro de programas inertes y archivos fríos. Su corazón y sus sentimientos nunca se ven afectados por un Deadlock o un Loop sin resolver. La programación siempre le resultó algo controlable. Él elige cuándo y cómo le afecta. La tecnología está a su servicio. Muchas veces le sirve para expresar emociones o disfrutar del arte o la música. Pero cuando se siente abrumado, ahí simplemente abandona la tecnología. Bloquea el celular o cierra la laptop. Esa noche el teatro estaba a tope. No entraba ni un alfiler y él con su novia bajaban el promedio de edad que rondaba los sesenta años. Las toses se repartían por zonas y parecían hasta contagiosas, mientras el actor daba su monólogo mirando al infinito. Entonces sintió ese ruidito en la fila detrás de él. Ese ruidito típico de envoltorio de caramelo de miel. Bien sonoro y casi interminable. Era de esos sonidos que no podía tolerar. Años le había llevado poder ir al cine a ver una buena película con esa manada de vacas masticando pop con la boca abierta como si fuera un circo. Pero el envoltorio del caramelo lo podía. Sabía que además no podría retar al culpable porque seguramente sería una señora de setenta años muy parecida a su propia madre o a la tía Soledad. No haría nada, sólo trataría de abstraerse y escuchar el monólogo. En algún momento terminaría y se comería el caramelo de una vez. Clara nunca dejó de mirar la obra. Ella no sabe de sus pequeñas manías y obsesiones. Hace unos cuantos meses que salen juntos y él se sabe una persona bastante especial, fóbica y sin gran preferencia por las salidas ni las relaciones humanas. Haber encontrado a Clara había sido un milagro, y otro milagro había sido que ella no saliera corriendo después de conocerlo. No, mejor que ella no conociera todo su mundo, no había necesidad. Su lista de defectos no necesitaba más testigos. Es como la biografía de Twitter, sólo hay que dejar ver nuestra mejor cara, nuestro mejor ángulo, decidir cómo queremos que la gente nos vea. Como la foto de perfil, nunca la sacamos del lado que tenemos un grano o un pequeño remolino incorregible en el pelo. Lo mismo le pasa a Miguel. Todavía no deja a Clara que conozca todo el código fuente de su programa principal. Ella tiene el ejecutable que funciona como él lo programó. Él todavía controla la imagen que Clara ve de su persona. Después cuando ya se sienta más seguro en la relación, cuando pierda ese miedo que todavía le agarra cada tanto de que ella lo deje, ahí la cosa cambiará.

Ella seguro que lo querrá lo suficiente para no dejarlo por los pequeños detalles y fallas que tiene.

Ahí sí Miguel dejará la puerta de su corazón sin encriptar y ella tendrá la clave para entrar. Ella seguro que lo querrá lo suficiente para no dejarlo por los pequeños detalles y fallas que tiene. Ahí sí Miguel dejará la puerta de su corazón sin encriptar y ella tendrá la clave para entrar.


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